Por Ayelen Rodriguez
Es de noche y estamos abrazadas en la cama.
Es de noche pero no hay silencio.
Por la ventana entra música. Es el ruido de los insectos y de las hojas bailando con el viento, dando la función.
Esta noche, las estrellas somos nosotras.
Suena esa canción de cuna, acaricio tu brazo izquierdo y siento el calor de tu rostro: tu mejilla derecha apoyada en mi pecho irradia el calor de la ternura infinita.
Sos la ternura. Es el calor del amor puro y verdadero.
Si hay un momento en el que me gustaría detener el tiempo es este. Acá juntas, unidas, pegadas, en esta noche con canción. Quiero que así sea para siempre.
No crezcas nunca.
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Crecé mucho, muchísimo.
Quiero compartir tu andar, no perderme nada, y verte alcanzar tus maravillas.
Ya volas tan alto y recién aprendes a trepar.
¿Qué nuevos universos me seguirás compartiendo mañana?
Te beso mientras noto como caes en un sueño profundo. Te beso la frente y no es la mera descripción del momento. Es un símbolo. Te mimo, te cuido, te respeto, te enseño. Descansá tranquila.
Descansá tranquila, hija. Sé que podés dormir hasta entrada la mañana porque estás tan segura en este abrazo que descansas sin miedo.
Si hay un momento en el que no me gustaría detener el tiempo, es este. Quiero que descanses para que después despiertes con energía y alegría y me muestres el mundo con tus ojos. Quiero que nos riamos juntas como ayer cuando bailábamos y le dábamos de comer a la perra. Y que el mañana, nos encuentre acá, las dos juntas, unidas de nuevo, en otra noche con canción.
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Mis ojos se van cerrando y bostezos me acompañan a dormir. La noche sigue siendo música y en mi mundo de contradicciones permanentes si hay algo que quiero que sea para siempre es saberte cerca, porque sos vos quien me muestra el camino.
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