Por Ayelen Rodriguez
La primera vez que Eithan vio a Lili, la que hoy es su esposa, fue un día excepcional. Yo lo cuento a veces, pero él, cuando lo cuenta, realmente “te morís”, porque lo dice tan gracioso...
Cuenta que iba caminando con Dogo, su perrito chiquito, el que encontró cuando volvía de una salida con sus amigos una noche. En eso, se levanta un viento huracanado de esos que te hacen caminar mirando para el costado, porque ir de frente implica llenarte los ojos de basuritas. Al ratito, se larga una tormenta total y absoluta, con gotas gordas, y personas corriendo a sus casas en búsqueda de refugio.
Eithan estaba a diez interminables cuadras. No podía correr llevando el perrito a upa, a pesar de que es chiquito, Dogo le pesaba. Entonces, procuró buscar amparo debajo de un árbol, no muy tupido, pero lo único asequible. El resguardo no era vasto, como es de suponer. Pero miró a sus alrededores, y no había un cobijo mejor.
Seguía lloviendo, mucho, viento, mucho, gotas, más; y Eithan se relajó.
Soltó al vacío esa ansiedad paralizante, y se resignó como quien sabe que esta todo perdido cuando realmente esta todo perdido.
Pero, (un optimista lo diría) nunca esta todo perdido.
Lili venía manejando su autito cantando bajo la lluvia. Volvía del trabajo, después de un día muy malo, agobiante, estresante, terrible; pero como llovía salió antes. Y entonces Lili se relajó.
Soltó al vacío ese mal humor que le provocaba su jefa y se resignó como quien sabe que esta todo perdido cuando realmente esta todo perdido; aunque un optimista diría que no.
Antes de agarrar Dardo Rocha, miró para el costado y vió a un pibe con un perrito, caminando relajado. Le bajo la ventanilla y se ofreció a ayudarlo.
Y así fue la primera vez que Eithan vió a Lili.
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Este relato pertenece a la serie Va a sonarte raro.
Hablemos de nombres raros, como el de Takashi Murakami.
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