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De encuentros y Des-encuentros

Por Romina Dichiera*



Cae la noche en la ciudad y entre cerveza y cerveza se van acercando, todos reunidos en una especie de ritual, sonrientes, no hay lugar para mostrarse tristes. ¿Será que la noche algún encuentro traerá?. Mientras algunos llegan en grupos, otros con alguna o algún amigo, muy pocos en pareja…se sumergen en esa atmósfera que conjuga el humo del cigarrillo junto al hit del momento, "mientras espero al indicado, me divierto con el equivocado", canta una voz femenina; nada más alusivo a encuentros efímeros y fugaces. La noche transcurre entre el exceso de estímulos: en una mano el celu, en la otra el pucho y la birra sobre la mesa. ¡Que no nos falte!

Ella lo observó de pies a cabeza, tan divertido, bailando entre amigos, lo mira, se seducen en un “ida y vuelta”, contorneando sus labios con la mirada. Están ahí, sólo basta con que alguno de los dos dé el primer paso, sin embargo, desisten. Él se dirige a la barra en busca de otra cerveza, ella se toma una selfie con su celular y se enciende otro cigarrillo, la endogamia parece ganar, cada uno en su grupo de amigos. Es que, en la época de los matchs por Tinder, la imagen captura la mirada y aplasta la palabra. Acercarse a un otro es conocer-se. Como cuando eras niño y jugando a las escondidas el otro te encontraba, y decía: "té encontré! ¡¡¡Perdiste!!!". Dar el primer paso, comenzar a contar e iniciar la búsqueda para producir el encuentro para que suceda la pérdida sería poder decirle y decirte: te vi, te vi mirando, me vi buscando y por qué no, hacer piedra libre al deseo al propio y al del otro ...

Probablemente, como en aquel juego de niños, el amor se articule muy bien al acto de perder. Lo cual no implicaría perderse en el otro ni mucho menos, más bien se trata de hacer un lugar a la alteridad, soportando la diferencia. Todo encuentro apuesta a lo disidente, congeniar con eso. ¿Acaso este es el desafío?

¿Qué lugar habría para el amor en estos tiempos? Me pregunto. Lo cual me lleva a reflexionar sobre lo imperioso de la imagen en nuestros días. Se apoderan de la mirada, capturan, hipnotizan y coagulan así las palabras. Lo que se muestra tiene estatuto de verdad y es de un brillo absoluto. Mirar, mostrarse, ¿es lo mismo que mirar-se?

Es frecuente "escuchar" la fugacidad con que acontecen los encuentros amorosos, ese mirarse que no llega a ser un “encontrarse” porque si hay algo de lo que se ve, que no gusta, dando cuenta de la diferencia que supone el encuentro con otro, inmediatamente se pasa a otro estímulo alejándolo del campo visual…No sin antes recurrir al "bloqueo" que es algo así como eliminar de mi campo perceptivo ese objeto ajeno o su variante en Ig[1], silenciarle las historias. O bien, esa imperiosa creencia, ¿Certeza? De que siempre puede venir "algo mejor" acompañada de la idea de "no querer perderse de nada o en nada”.

Lo que muchas veces se desconoce es que el amor, tal vez, se trate de un lugar de encuentro, espacio y tiempo entre mirar y descartar, posibilitando el advenimiento del deseo.

Porque tal vez quizás, el encuentro con un otro sea a partir del reencontrarse mirando en lo profundo de une misme.

[1] Abreviatura popular de Instagram.



Imagen de Eric Fischl.

 

* Romina Noelia Dichiera es Lic. en Psicología por la Universidad de Buenos Aires. Se desempeña como psicoanalista de niños, adolescentes y adultos en Lanús y en Avellaneda. Es co-fundadora y coordinadora de Ludere, equipo interdisciplinario, dedicado al tratamiento de niños y adolescentes con patologías graves del desarrollo.

Mail: romina.dichiera@ gmail.com

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