Por Soledad Pintos*
Pandemia. Covid-19. Coronavirus. Barbijos. Tapabocas. Aislamiento social, preventivo y obligatorio. Casos sospechosos. Contagio. Virus. Infectología. Epidemiología. Operativo. N° de Casos. N° de muertes. Cuarentena. Testeo. Quedate en casa. Desinfección. Alcohol al 70%. Lavandina. Lavado de manos. 107. Hospital de Campaña. Actividades esenciales. Protocolo. Tik-tok. Zoom. Zoomple. Videollamada. Teletrabajo. Sesión virtual. Aula virtual.
¿Cuántos significantes nuevos estamos dispuestos a incorporar? ¿Hasta dónde nuestra Matrix intelectiva va a poder soportar la catarata de novedades del lenguaje con lo que su materialidad implica? ¿O es al revés? ¿Lo real que se impone conlleva un esfuerzo de nuestro universo simbólico para poder intelegir aquello que nos sucede y por ello nos vemos conminados a producir nuevas (o renovadas) palabras para ordenar el caos de la nueva realidad?
La capacidad humana para sobrevivir en condiciones de crisis es sometida a una prueba sin precedentes ni previsiones. La globalización al máximo de su expresión ha logrado difuminar el miedo al contagio en el mundo entero (aunque algunos presidentes sigan negándolo y sometan a sus pueblos a sus estragos).
Freud. 1929. El malestar en la cultura. ¿Es válido hoy viejas lecturas? Algunas expresiones pulsan en mi recuerdo y vuelvo. De más no está decir que algunos pasajes no resisten lecturas de género. Tampoco me importa una defensa del texto sagrado. Tomaré una referencia que en este momento me permite ordenar el caos: “Ya dimos la respuesta cuando señalamos las tres fuentes de las que proviene nuestro penar: la hiperpotencia de la naturaleza, la fragilidad de nuestro cuerpo y la insuficiencia de las normas que regulan los vínculos recíprocos entre los hombres en la familia, el Estado y la sociedad.” Hoy: las tres fuentes de sufrimiento actúan a la vez.
La naturaleza al poder. Mientras la humanidad sufre y se repliega, la naturaleza avanza y se renueva. Organismos invisibles a nuestro ojo humano nos asedian y compelen a aislarnos preventivamente, temidos de un contagio masivo e irremediable. Desprevenidos, una cruzada contra el tiempo. La ciencia al servicio de encontrar un tratamiento para ganar la batalla. Por ahora, el encierro parece ser la trinchera en la que es necesario resguardarse.
La fragilidad de nuestro cuerpo. Y ni te digo si tenés más de 65. O si tenés algún factor de riesgo. Agarrate los pantalones. Un virus de baja letalidad, dicen, pero nadie se lo quiere agarrar. Miles de muertos en el mundo, dice la tele. Escalofríos. Otros más corajudos tienen
que salir igual. Trabajadores esenciales. Pero sueldos que pagan lo esencial.
Las instituciones. Los seres humanos renunciamos a nuestros impulsos (sexuales, agresivos, egoístas) por el bien común. La vida en sociedad con sus normas y contratos nos recompensa por nuestro sacrificio, ello posibilita la convivencia y el lazo social. Pero al final del cuento, no resulta tan así. La exigencia es mucha y la garantía es insolvente. De ahí la tercera fuente de sufrimiento.
La casa. La nueva institución total de la Era Coronavirus. Dormir, comer, lavar los platos, trabajar, estudiar, socializar, jugar. Quedate en casa. El imperativo que no podés romper so pena de amenaza de castigo o de contagio. Pero todos no tenemos esa suerte. La Era del Coronavirus no tiene coronita para los que viven en Viviendas. Cuarentena comunitaria. Los barrios populares, otrora las villas. Son el foco de contagios que denuncia a cruda voz las desigualdades del Capitalismo. Entonces, por el bien común es necesario aislarse. El aislamiento es físico, no social. Pero algunos y algunas necesitan salir a buscar el pan, a riesgo de encontrar la pandemia. Y otras necesitan salir, para escapar de la violencia.
El Estado presente o ausente. No da lo mismo. La salud, pública o privada. Tampoco. Conicet, la ciencia que se vuelve esperanza. No funciona sin recursos, necesita prespuesto. Planificación y acciones concretas, ayuda social y solidaridad. Falsos dilemas que sucumben en los imperios. Nuevas oportunidades de organización social, política, económica y comunitaria. Gracias, la Salud es Ministerio.
El otro de quien tomo distancia, rival, que podría transmitir el virus, el contagiado, el aislado, el caso. Es también el otro semejante, el vecino, el amigo, la familia, y yo también. Eros y Thánatos. Vida y Muerte. Partires en soledad, duelos sin despedida. El otro y la otra, más acá o en la pantalla, el humor y la cultura, son las muletas que encontraremos cuando lo que se pierde es el sentido.
* Soledad Pintos es Licenciada en Psicología de la Universidad de Buenos Aires. Estudiante de la Maestría en Salud Mental Comunitaria de la UNLa. Se dedica al Psicoanálisis y a la Salud Mental Comunitaria. Trabaja con infancias y familias en el primer nivel de atención en el Municipio de Lanús. Hizo su Concurrencia de Psicología Clínica en el Hospital José M. Penna de CABA. Su mail de contacto es: msoledadpintos@gmail.com.
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