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¿Por qué me siento a escribir?

Actualizado: 26 jul 2020

Por Gabriela Alejandra Carreño*


Escribo en estos momentos porque necesito hacerlo…

Necesito comunicar lo que me está pasando. Escribo con la esperanza de que alguien pueda comprenderme, y de poder construir a partir de esta incertidumbre…

Cuando comenzó la pandemia, yo descreía de los números. Me resultaba difícil entender la magnitud y el alcance del virus. “Acá no hay ni 50 muertos” decía. Me decía, para calmar un miedo que aún ni sabía si existía.

El 16 de marzo tuve una reunión en el centro de atención primaria donde trabajo. Enfermeros, pediatras y médicos clínicos continuarían atendiendo en la sala, con un nuevo estricto protocolo de sanidad. El resto de nosotros, a trabajar desde casa.

Esa tarde fue la primera vez que tomé dimensión de lo que pasaba. No era un virus que atacaba Europa y Asia. Era una realidad palpable, que nos atravesaba a todos.

Cuando el presidente decretó el aislamiento social obligatorio y desde el ministerio de trabajo se propuso utilizar el famoso “home office”, ya no hubo mucho más que objetar o pensar.

La situación excepcional de emergencia sanitaria global requería medidas extremas.

QUEDATE EN CASA

Perfecto, pensé. Desde la subsecretaría de educación, se nos solicitó a los profesionales que realicemos un proyecto de guardias telefónicas para brindar contención a la comunidad. Me pareció una gran idea. De a poco fui acomodándome con los horarios y la diversidad de la demanda.

Desde las clínicas privadas para las que trabajo, nadie me dio indicación alguna. Supuse que lo mejor era suspender la atención dos semanas hasta que todo se normalizara.

Los días de cuarentena pasaban con un ritmo lento, inusual. Preferí ya no mirar noticieros e intentar aprovechar la situación de rareza absoluta en la cual me encontraba: todo el día en casa, todo el día para dedicar a mi amado hogar, a pintar el consultorio, cocinar cosas ricas, limpiar a fondo, pintar muebles, hacer arreglos, desayunar como una reina, tomar sol por las mañanas en pleno otoño, pedir delivery cualquier día de la semana, mirar el atardecer en mi ventana sin que me importe el reloj, comprar cosas lindas desde casa, bordar, leer, ver pelis con mi hijo… y todas esas actividades que disfruto profundamente cuando el mundo no se encuentra en un acontecer apocalíptico.

“Es una situación que no voy a volver a vivir hasta que me jubile, así que pienso disfrutarla” le decía a mi vieja, que se quejaba por no poder salir.


TRABAJAR DESDE CASA

Nunca nadie me enseñó ni me explicó cómo se hace.

A medida que transcurrían las semanas, y la cuarentena se extendía, la demanda de las mamás de mis pacientes de las clínicas comenzó a brotar. “Podemos hacer videollamadas”, propuse.

Así es como retomé la atención con algunos pacientes de larga data, y que yo creía “aptos” a realizar tratamiento vía virtual. Para mi consideración, no todos los pacientes eran para este dispositivo.

Si algo he aprendido en 10 años de ejercer la clínica psicopedagógica, es que la singularidad del abordaje de cada sujeto es la clave de una intervención exitosa. Nunca fui de la idea de casarme con teorías, de tener técnicas de cabecera para cada diagnóstico, o incluso de prestarle mucha atención a lo que se supone funciona. Siempre me manejé desde el encuadre de cada paciente, armando con manos de artesana cada vínculo e intentando tener la mente abierta a las distintas posibilidades. En mi práctica, si no hay un vínculo transferencial sólido, no hay posibilidad de crear.

Como punto débil, debo admitir que carezco de cierta ortodoxia en mi afán de crear esa magia que necesito para sostener lazos con mis pacientes. Esto me ha dificultado las cosas más de una vez, no lo niego.

He llegado a estar 40 minutos con mi paciente a upa mientras su abuela me contemplaba llorando, sintiéndose libre de poder hacerlo ya que su nieto no llegaba a verla. 40 minutos cantándole canciones de Spinetta y arrullándolo.

- Extraño a mi mamá -

- Vení. ¿ Querés que te cante la canción que le canto a mi hijo cuando se siente triste?-

- Si, por favor-

Ven a mí, con tu dulce luz…

Alma de diamante…

Y si el sol, se nubla después…

Sos alma de diamante…

Y se calmó. Y su abuela me siguió pidiendo canciones “de cuando era joven”

A partir de esa intervención teñida de maternaje, este niño logró adueñarse de su espacio como nunca antes lo había hecho. Este es tu lugar, acá jugamos juntos y aprendemos cosas nuevas…pero si un día estás triste y me querés contar cosas, yo estoy acá para escucharte.

Yo ESTOY acá.


ESTOY

Siempre estuve.

Desde los 18 años estoy recorriendo barrios con diferentes realidades. En su mayoría caminé barrios muy carenciados, visité hogares precarios, hogares con frío, desidia, basura, contaminación…que no dejaban de ser hogares. Siempre intenté situarme, si bien no voy a experimentar lo mismo, en el contexto de mis pacientes. De esos niños que llegan a mi consultorio, sea donde sea que esté atendiendo, con un padecer. Con una supuesta verdad que se dice sobre ellos. Siempre me ocupé de saber de dónde vienen, con quién y cómo comparten sus días, cómo son sus escuelas, a qué les gusta jugar, cómo son sus barrios, si comen todos los días, si sufren violencia en cualquiera de sus formas, si tienen amigos, si juegan al fortnite, qué música escuchan, qué intereses tienen…

Todo es de vital importancia para tender un puente con ese niño o niña. Pero no importa de donde vengan, cuando lleguen a verme, yo los voy a estar esperando con el lugar más hermoso que pueda lograr. Tengo una gran capacidad (y necesidad) de investir los espacios en los que trabajo. Todos mis consultorios fueron hermosos, no importa donde estuvieran. Me ocupo siempre de dar lo mejor de mí para alojar a los niños, niñas y adolescentes que vengan a verme.

Aquí estoy, esperándolos. Estoy y también me vas a ver por tu barrio. Soy Gabi, tu psicopedagoga.


TRABAJAR DESDE CASA

Estoy, pero ya no podemos vernos.

Y eso me angustia. No quiero admitirlo, así que sigo haciendo pan todos los días y sacando fotos de mi living.

Me angustia no saber qué poder ofrecerte. Porque las herramientas con las que vengo trabajando hace años no nos sirven en este momento.

Porque poner el cuerpo ya no significa lo que me enseñaron en la facultad, y que yo tan celosamente construí para los dos.

Me angustia la pantalla. Lo cual es irónico porque soy una asidua usuaria de redes sociales desde los 16 años. 20 años comunicándome con pantallas y hoy las pantallas me interpelan como nunca antes.

Me desnudan el alma con incertidumbre.

Algunas sesiones de terapia después, y tras escuchar las inspiradoras palabras de uno de mis mentores de mi amado Saop, hoy puedo verlo un poco más claro…


“HABITEMOS LA RAREZA QUE NOS TOCA VIVIR”

Así, sin anestesia. Me costó, me cuesta…tengo otros tiempos se ve.

Qué tengo para ofrecerte? Nada especial. Nada más quiero que sepas que sigo estando. Y puedo escucharte, y podés preguntarme, y puedo ayudarte con las tareas que te de la seño…podemos seguir practicando y jugando juntos.

Y si estás triste, puedo cantarte una canción del flaco a la distancia, porque aparentemente la plasticidad a nosotros los adultos nos cuesta más, pero si nos das un tiempito, llegamos también.


[Ilustración realizada por la autora.]

 

*Lic. Gabriela Alejandra Carreño, Psicopedagoga. Universidad Nacional de Lomas de Zamora (2010). (MP:2297).

Posgrados en Clínica Psicopedagógica (UNLZ, 2012) y Salud Social y Comunitaria (UBA, 2016).

Actualmente miembro del Equipo Municipal de Asesoramiento y Acción Territorial EMAAT, perteneciente a la Subsecretaría de Educación del Municipio de Lomas de Zamora.

Atención, orientación y evaluación psicopedagógica en el Centro de Atención Primaria en Salud CAPS nro 24 "Vírgen María", perteneciente al Municipio de Almirante Brown, y en consultorio privado para el Sanatorio San Gabriel (Adrogué) y APE Salud Mental (C.A.B.A).

Atención clínica en Discapacidad con patologías severas del desarrollo (OSPIA).

Ex miembro del Servicio de Atención y Orientación Psicopedagógica SAOP (2011-2014), perteneciente a la Universidad Nacional de Lomas de Zamora.

Ex miembro del Servicio Interdisciplinario de Asistencia de Educación SIADE (2011-2018), perteneciente a la Subsecretaría de Educación de Lomas de Zamora.

Ex miembro del equipo de salud de la Unidad Sanitaria Ambiental USam "Villa Fiorito" (2015-2020), perteneciente a la Secretaría de Salud Ambiental del Municipio de Lomas de Zamora.

Su mail de contacto: gabylahuen@live.com.ar.

Encontrala por Instagram: ACÁ, y por facebook: ACÁ

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