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#01
Liliana Bodoc, ayudame a arrancar el año

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En estos días estoy leyendo mucho a Liliana Bodoc, releyéndola en algunos casos, y leyéndola por primera vez en otros. Al mismo tiempo estoy corriendo, física y mentalmente, claro.

En el conurbano este próximo 5 de Marzo inician las clases, en CABA arrancaron antes; no estoy enterada de los pormenores del por qué de la diferencia, aunque estimo que también debe haber diferencia con el resto del país. 

 

Esta época, febrero, marzo, abril incluso, siempre me cuesta. Me agota que el año se demore en empezar. Parece que todo fuera en cámara lenta, pero no esa cámara lenta al estilo de Flash, el superhéroe, que te permite "cambiar” cosas, sino que esta es una cámara lenta pesada, agobiante, que viene con la certeza de lo inminente y que “no llega más, loco”. 

 

Entonces, todo va destapándose de a poco, no apta para gente ansiosa como una. La semana uno nos enteramos cuándo arranca la escuela, la semana dos, cuándo el contraturno. Después, en algún momento, cuál es el libro de inglés y si hay elementos nuevos obligatorios para nutrir la mochila. Esperamos el sueldo, o en mi caso que soy independiente, una entrada de dinero cualquiera, para correr a actualizar las zapatillas, el uniforme, los útiles. La vida del ciudadano promedio no es de anticipación, chiques, sino de apagar incendios, pero gracias igual por el consejo.

 

La cosa no queda ahí, faltan más horarios, reacomodarse según guitarra, según cerámica, según natación y ni te cuento si tenés más de un hijo o hija a cargo, o si se te ocurrió además cursar una carrera a nada de cumplir cuarenta (gracias universidad pública), vas por el segundo año y no hay ni una pista de cuándo se publicará la oferta horaria.

 

¿El desafio? No morir de realidad, ver la poesía en todo eso o hacer el ejercicio sano de hacer con todo eso una poesía. Dijo Bodoc: 

"(...) mi sensación es que cuando salimos a la calle salimos mucho más al mundo poético que al mundo racional, salimos a pelear contra fantasmas, contra gigantes, contra nosotros mismos, salimos a amar, salimos a llorar. Y para eso sí que nos sirve el pensamiento poético."

¡Y vaya que últimamente estamos necesitando resolver como poetas! No soy la única que todos los días amanece casi en estado de alerta esperando “la” noticia del día. La realidad político-socio-económica nos tiene domadas, ¿así se dice ahora? Claro, nos salva el humor, pero también la poesía. Ahora, qué difícil a veces, es cierto, ver con ojos de amor (una de las tantas posibilidades del poema).

Empiezan las clases y una ya se lo ve venir, los discursos de la meritocracia y etcéteras que son un taladro oxidado que rompen el oído, entre otras cosas que rompen. “La educación no es un acto de generosidad, sino de justicia” dijo también la Bodoc hermosa, a la que cada día quiero más. La educación es, para tantos, un puente, tal vez la única oportunidad de “igualar chances” y muchos, como tristemente es de esperarse, arrancarán desde el primer día enfrentándose a injusticias, desde no tener un guardapolvos a simplemente no poder ir porque el boleto o la distancia o porque no hay quien pueda acompañarlo.

 

Liliana Bodoc, dueña de una lucidez y ternura que pocas veces ví, dijo algo que me parece espectacular: "Dicen que tenemos muchos y buenos jugadores de fútbol porque los pibes tienen potreros. Si se me permite la extrapolación, también tenemos muchos y grandes escritores porque tenemos educación pública.”

 

No es mi intención ni el golpe bajo ni la reflexión agotadora sobre obviedades. No. Mi intención es, una vez más, desarmar, reconfigurar, sentir, llorar, amar. Hacer con todos estos fantasmas y enojos, poesía, o, menos ambicioso incluso, hacer en primera instancia este ejercicio de escritura. Despabilar las neuronas, agitar sentimientos; los míos primero, como la azafata que en caso de emergencia se pone primero ella la mascarilla, porque sino no puede ayudar a nadie. Escribir para recordar que las palabras, en algún punto, crean la realidad, la de verdad, no la que viene por defecto y con la que parece que nada podemos hacer. Y la realidad que yo quiero es la de la igualdad de oportunidades, la de un despertar amoroso, dulzón, en pleno febrero-marzo-abril, sin corridas inexplicables, sin estado de alerta constante.

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