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Un Odradek propio: sobre publicar y preguntarse
Bueno. Voy a publicar un libro. Hashtag, listo, lo dije. El mundo se prende fuego, se congela, enloquece, repite recetas viejas, se estira como chicle y parece casi casi que revienta. Yo escribo. A veces cuentos, a veces poesía. Y no queda ahí. Sino que también pretendo, ya que estoy, reunir mucho de eso y hacerlo libro, que circule, que se expanda, que caiga en los vaivenes de la casualidad y llegue y se vaya y rebote de casa en casa, de año en año, de vida en vida.

El año pasado anduve por la FLU, la Fiesta del libro usado, que se suele realizar cada año en el parque de la Biblioteca Nacional. Es un encuentro de librerías especializadas que, por dos días, están todas juntas en el mismo lugar. Y sí, también es una fiesta. De ahí es mi ejemplar de Zoología fantástica de Jorge Luis Borges y Margarita Guerrero. Lo compré con mucho entusiasmo, no solo porque el libro es una joyita, sino porque lo pagué a un precio comiquísimo. Son pequeñas victorias con las que una se queda y recuerda con alegría. El librito es un compendio de animales fantásticos y, aunque nunca terminé de leerlo, lo tengo muy presente y cada tanto lo agarro para leer alguna página al azar.
Hace un par de semanas leí un cuento de Kafka, “Preocupaciones de un padre de familia”, y me encontré con un personaje de nombre Odradek. Es un relato muy breve, se lee en menos de cinco minutos, pero el efecto, me animo a decir, es vitalicio. Odradek es un habitante de la casa, no es humano, su descripción hace que imaginemos a un ser bastante particular. Probé encontrarlo en mi pequeña enciclopedia y sí, ahí está. No aporta mucha más información que la que ya está en el cuento, pero el hecho de que haya sido mencionado, de que esté ahí, siendo parte de una fauna imposible, le da una capa más de rareza.
¿Es malo Odradek? No. Al contrario. No parece que le hiciera mal a nadie, simplemente está ahí, yendo y viniendo a través de la casa de esta familia. Suele ser silencioso. Aunque cada tanto es capaz de soltar alguna palabra. Su risa, como él, es extraña, y no solo porque no sea humana. Este padre de familia sabe de su existencia. La acepta. No dice si el resto de la familia sabe. Lo que sí dice es que algo le preocupa, una única cosa, el hecho de si este Odradek será capaz de sobrevivirlo, si es capaz de morir, si se quedará junto a sus hijos y a los hijos de sus hijos.
Es sabido que la vida requiere de nosotros apenas dos o tres cosas (alerta de sarcasmo): tener un hijo, plantar un árbol, escribir un libro. Los dos primeros son más o menos de acceso intuitivo. Ahora bien, ¿escribir un libro? ¿Cómo se escribe un libro? ¿Qué es escribir un libro? ¿Para qué sirve escribir un libro? Este espacio pocas veces es capaz de dar respuestas, es más bien de problematizar, y esta vez no escapa a esa lógica. No tengo una respuesta para ninguna de esas preguntas. Lo que yo tenía era lío de poesías perdidas entre decenas de carpetas desordenadas en diferentes lugares de la computadora. Lo que yo tengo es una amiga que cada tanto aparece y me pregunta si estoy escribiendo y me manda links con concursos literarios. Una amiga que me dijo que por qué no hacía un manuscrito con los poemas que tenía. Lo que yo tuve fue un impulso. Busqué los textos, algunos con más de veinte años de antigüedad, los releí, los corregí, los ordené en “parte 1” y “parte 2”. Lo que pasó después fue un mail, una invitación de una editorial para que ese manuscrito se convierta en libro. Y en eso estamos.

Pienso en Odradek y en la pregunta de este padre de familia. Kafka es de esos que están ahí a la mano para ser interpretados, al mundillo literario le encanta agarrar sus cuentos y novelas y afirmar y requeteasegurar que son alegorías de tal cosa, metáforas de esto y de lo de más allá. Y sí, la verdad que nada le gusta más a nuestro cerebro que resolver un enigma. ¿Qué es Odradek? ¿Qué representa? ¿Qué cosas nos sobreviven y se quedan para los que vienen después?
Pienso en un libro cualquiera. Sobreviviendo. De mano en mano. De biblioteca en biblioteca. De vida en vida. Pienso en mi propio libro con su título y mi nombre, con todo eso que ví y que convertí en palabra escrita. Qué es eso de darle vida a un Odradek contemporáneo, como si no hubiera leído la oración final de ese cuento.
