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Mujeres que corren con lobos

Por Carolina C.*


Alguna vez alguien me dijo o escuché o leí por ahí, que los libros llegan cuanto tienen que llegar.


Llevo leyendo hace bastante acerca de lo bueno que era el libro “Mujeres que corren con lobos” y me dije: tengo que leerlo. Incluso, he visto algunas propuestas de lecturas conjuntas. Pero los tiempos de cada una son muchas veces difíciles de coordinar, así que finalmente, lo comencé a leer por mi cuenta. Sin embargo, me gusta pensar y escribir sobre lo que leo, y ahora compartirlo con quien quiera.


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Mujeres que corren con lobos es un libro que se escribió en 1992 y que, a través de distintos cuentos, historias e incluso leyendas o fábulas, recorre diferentes características, sentimientos, sensaciones que transitan las mujeres. No siempre acuerdo con la mirada de Clarissa Pinkola Estés, e incluso pienso que quizás ella misma haya cambiado o modificado su visión con el paso de los años.


Confieso también que me resultó bastante pesado, pero ante mi imposibilidad de dejar libros empezados, decidí terminar de leerlo. En el camino, fui experimentando diversos sentimientos: qué aburrimiento… esto no es así… Pero tengo la costumbre de quedarme siempre con algo, de llevarme siempre algo de lo que leo, lo que escucho, lo que veo en el cine o en la tele, lo que vivo y experimento.


Transcribo aquí algunas partes (algunas textuales, otras no tanto) que me hicieron pensar, y las comparto para quien quiera leerlo o lo haya leído, también.


En la página 105, Clarissa escribe: Eliminar de tu vida la mayor cantidad posible de

negatividad. Alejarse de las personas oscuras, que no te permiten ser.

Ay…. Todo el tiempo uno se cruza con gente que tira mala onda, incluso que te cambia el humor. Pienso que si uno no puede alejarse (porque a veces, simplemente no se puede) al menos tenemos que aprender a que no nos afecte.


Más adelante, nos encontramos con que hay que afrontar y aceptar lo que somos. Resistir. Vivir. Es importante conocernos, incluso nuestros defectos (página 138). Entonces, podemos aceptarnos, cambiar lo que podemos y queremos, Y también entender que hay cosas que no vamos a modificar; ya sea porque no podemos o porque no queremos. Así, tenemos que aprender a querernos con nuestros efectos. Y yo prefiero, personalmente, no tener que resistir, sino vivir. Ser. Existir.


Como nos conocemos, conocemos nuestros defectos y nos aceptamos y queremos, así también pasa con las personas que amamos. Amar significa permanecer al lado de alguien (página 208). Pero cuidado, no nos confundamos. No es quedarse y soportar cualquier cosa, es entender que el amor implica aceptar al otro, entender que nadie va a ser a nuestra “imagen y semejanza” y trabajar juntos en la construcción de una pareja, aceptando, cediendo ambos, consensuando. Dice Clarissa en la página 243 que el amor en la pareja hace que uno transforme al otro. La fuerza y el poder de cada uno se desenreda y se comparte. Nadie es más poderoso o tiene más razón que el otro, sino, justamente, la fuerza está en compartir.


Entonces, cada día se elige permanecer al lado del otro. A veces cuesta bastante. Aprender del otro. Complementarse. Muchos dicen que lo que el otro es, es lo que a uno le falta.


Ama tu cuerpo. Poder llevar a cabo los actos imprescindibles del corazón (página 357). Necesitamos nuestro cuerpo para poder hacer lo que queremos hacer. Para llevar a cabo esos “actos imprescindibles”. Creo que la dificultad reside en poder reconocer cuáles son los imprescindibles.


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Recuperar la piel. Volver a casa. Encontrar el camino. Volver a ser una misma. ¿De qué manera? Haciendo algo que nos guste, algo simple como sentarse al sol o salir a caminar (página 414). ¡Qué importante que es esto! Todo el tiempo la vida, la rutina, nos saca de eje, nos aleja de nosotros mismos. Tenemos que encontrar y procurar esos pequeños momentos para volver. Una manera es a través de la creatividad (por eso también armo mi propuesta en INFINITOS CUARTOS PROPIOS, Momentos de exploración creativa).


La creatividad es la capacidad de reaccionar a todo lo que nos rodea, de elegir entre cientos de posibilidades de pensamiento (página 464). La creatividad es para mí un escape a la rutina, un volver a mí, para concentrarme y relajarme. Porque, debemos aprender a parar y descansar (página 487). Y muchas veces, también, una manera de descansar es refugiarnos en ese ámbito que nos contiene, nuestras amigas, esas mujeres que entienden lo que nos pasa.


Dice Clarissa que las mujeres necesitan vivir de vez en cuando en una atmósfera

exclusivamente femenina, ellas solas o con otras mujeres (página 496). Y es que la locura del día a día, el perdernos a nosotras mismas, nos ensombrece el humor, nos enoja. Entonces, es necesario: Aprender a manejar el enojo, la cólera. Ejercitando la paciencia, y reconociendo el motivo del enojo (página 526). Esto implica también saber poner límites (página 535). Y también, aprender y aceptar que llorar está bien. Nos limpia, nos libera, nos protege (página 598).


Clarissa va recorriendo todo este camino para aconsejarnos, hacia el final:

Confío en que salgas y dejes que te ocurran cuentos, es decir, vida (…) Esa es la tarea, la única tarea (página 688).


*Nació en Santa Fe hace ya varios años. Es arquitecta, docente en la UNL, y continúa estudiando. Ávida lectora, apasionada por el dibujo, lleva diarios de viaje y cuadernos de croquis, como así también registros de lecturas y de cine. Coordina grupos de exploración creativa con propuestas que arma cada mes a modo de “Mapas creativos”, donde presenta distintas actividades de autocuidado, disparadores creativos y “desconexión” de la rutina para conectarse con uno mismo. Pueden conocer más de ella ACÁ.

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