Por Ayelen Rodriguez
Pirqui tin cursi?
-¿Por qué no?
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Te voy a contar por qué: ayer sábado, un vecino golpeó el portón y le acercó a mi hija un conejo tejido a crochet por su señora, con un huevo de chocolate.
Me pareció un gesto hermoso.
No tengo una relación de intimidad con él y su familia. Nos vemos, nos cruzamos, hola y chau, intercambio de celulares por si algún día pasa algo... Y de repente un detalle como este.
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Por religión o por costumbre, un domingo de pascua cualquiera estaría almorzando en familia, comiendo huevos, rosca, meta mate hasta el atardecer. Este domingo es diferente, sin dudas. Este domingo degustamos el huevo que este señor le regaló a la nena como si fuese el más caro de Kinder y juegamos con el conejito como si fuese el juguete que Amapola quería hace mucho y nos costó conseguir.
Este regalo tiene un costo incalculable. Simbólicamente incalculable.
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Cómo ser amoroses con el otre y tratarnos amorosamente no es un misterio de la humanidad. Pero es una tarea ardua para la cotidianidad de humanes materialistas que corren (corremos) atrás de la zanahoria como un conejo; de pascua o de criadero, lo que sea, libre seguro que no.
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La cuerentena, te dicen, es la única forma, "la vacuna" que ahora tenemos para combatir el virus.
Lo que no te dicen es cómo sobrevivir a los pensamientos, miedos, preocupaciones, estrés, ansiedad, y otros sentimientos que te genera la cuarentena. Yo creo que tipos como Roberto y su señora ayudan a eso.
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Seamos amoroses que el amor cura. Amoroses con nosotres mismes. Con el que tenés al lado, y más al lado también. Que la cuarentena te ayude a unir a pesar del aislamiento y que entiendas que eso que hacés por el otro lo ayuda, lo conmueve... lo cura. Sorprendé para bien que te vuelve de a kilos lo que das, te juro.
