Por Paula Gonzalez*
Un día la seño del cole nos propuso que nos miráramos en dos espejos imaginarios. Uno que tuviera el efecto de atrasar o sea ver el pasado; y el otro, que tuviera el efecto de adelantar el tiempo o sea ver el futuro.
Para el espejo del pasado, llevé una foto nuestra. En la que estábamos los tres en la playa. Yo de un año y medio, con piluso, remera manga larga y pañal. Los tres juntos sonrientes a orillas del mar. Compartimos las fotos y las anécdotas que nos habían contado nuestra familias acerca de ese momento.
Para el espejo del futuro, teníamos un desafío mayor: retocar o transformar esos personajes de las fotos… ¿cómo me vería yo en 20 años? ¿con barba y pelo largo? Hice varios intentos. Por suerte tenía tiempo, era para el lunes la tarea. No sabía si dibujarnos o si usar témpera o hacer collage… nada me convencía.
Papá me propuso calcar el rostro de cada uno y después hacerle detalles de la vejez. Me pareció una buena idea. Entonces, le pedí que me enviara una foto suya, más actualizada. Sabía que estaba viviendo una transición.
Tuve que mirar dos o tres veces la foto, sí que había cambiado. Su pelo castaño oscuro le llegaba hasta los hombros, sus ojos verdes con delineador se veían grandes (y radiantes) y el rubor en sus mejillas resaltaba sus pecas. Eran varias, todas esparcidas, como un salpicón. Al ver la foto me dieron ganas de que ya fuera Septiembre para hacer ese viaje y reencontrarnxs.
A cada uno le hice un fondo de color diferente. Al rostro de mamá lo hice sobre naranja, por su gusto a preparar dulce de damasco tal como lo hacía su abuela. Y para que no se molestara demasiado le dibujé unas pequeñas líneas de expresión en el entrecejo y agregué unas pocas canas en el pelo.
A mi papá…mejor dicho, a mi mamá trans la hice sobre fondo celeste por su gusto por viajar y por el mar. Le hice arrugas en el cuello y le marqué la comisura de los labios, que siempre sonreían (“la libertad da felicidad”, me dijo la última vez).
Yo me dibujé sobre un fondo verde, porque me encanta caminar por las sierras y ver las plantas nativas; y porque creo que quiero ser veterinario. Así que ahí estaba, con barba, pelo largo y con Pupi en mi falda.
Estuvimos varios días contando sobre nuestras creaciones, nuestras visiones de futuro
y hablando sobre nuestras familias.
lustración de Ro Ferrer.
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*Paula, que estaba acostumbrada a ver el mundo de una manera, de creerse lo que otres decían y determinaban, un día se animó a reinventarse. Su corazón se hizo multicolor y su latir se sintió más allá.
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Su contacto: gpaulatandil@gmail.com
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