Por Gisela*
Si de supersticiones se trata, es un tema al que le tomé cierto respeto.
Corría la última noche del año 2019; estrenábamos las primeras horas de la madrugada del prometedor año 2020. Muchos retos, y otros tantísimos proyectos, para ese veinte veinte venidero. Lo esperábamos con ansias, compartíamos un habano en la mesa del grupo familiar-amigue.
Era mi segunda experiencia, en recibir a un año así. Para el tío de Pepito era sinónimo de suerte.
Entre charla, risas y buenos deseos íbamos imaginando el año.
Para experiencia de Ana, recibir un año así, no le traía buenos recuerdos.
Pasados dos meses y medios de ese día, se iba asomando el verdadero veinte veinte: el señor pandemia.
Así y todo, ni siquiera en esos tiempos podríamos imaginar el año devastador que debíamos enfrentar. Más que nada en lo colectivo, porque personalmente hubieron otros años que le pisaban los talones al 2020...
Pero sí, convencida de que a algunes les iba a golpear más fuerte que a otres, nadie ni con toda la suerte del mundo, saldría ileso.
Me quedo con todas las experiencias, las miles de maniobras para salirse del piloto automático de sobrevivir, el peso que puede representar, sobrellevar una instancia de vida no proyectada. Pero también, las buenas ideas nacidas de la improvisación en el escenario de la vida. La fuerza adoptada en la unión colectiva.
Y un beso al cielo, por los que se fueron al universo lunar.
Ah! y en la lista de los no permitidos: nunca más un habano para recibir un año nuevo.
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Imagen letragrafiada por la autora.
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* Diseñadora en Comunicación Visual [UNLP], trabaja de forma independiente. Su emprendimiento, que en principio comenzó con encuadernación artesanal, actualmente se extendió a comunicación visual, cómo una forma de enlazarlo con mí profesión.
Le encantan las letras y sus formas, puntualmente caligrafía y letragrafía (lettering).
Procura que su trabajo refleje una impronta personal.
Redes y contactos:
Instagram: @giselas.dcv // @ciempies.100pies
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