Por Ayelen Rodriguez
Te lo voy a contar así:
Te pusieron en un punto del mundo donde nada ni nadie había existido antes. Entonces reuniste lo preexistente con naturalidad insospechada. Personas y contextos se hicieron parte de tu mundo, modelaste, contagiaste e involucraste tan orgánicamente como ola que salpica.
Inspiración de los magos, también alimentaste los monstruos, los miedos y culpas. De ellos aprendo a reirme más y castigarme menos. También a perdonarme.
La gente se pregunta (también se preguntaba desde que estabas en el punto) cómo es que sos tan hermosa y tierna y no sabe cómo responderse. No es un halago, es una incógnita.
Un día, dejaste el arcoiris de acuarelas en los azulejos del baño manchando de naranja el universo. También tu pelo y las hojas del pasado otoño.
Sos una gran compañera y lo sé porque cuando hacemos promesa de meñique, se cumple. Me dejas hacer, me dejas crecer. Me ayudas a ser.
Durante la hora del cuento antes de ir a dormir, tu sabiduría me recuerda que en definitiva vos y yo estamos así de unidas desde aquel punto cuando nada ni nadie existía. Cuando me das el abrazo y me propones que vayamos a dormir, me cuidas y arropas como una nena que extraña a su papá cuando se corta la luz.
Tus primeros cinco años de aventuras me llenan de orgullo y tranquilidad. El mundo que armaste con personas y contextos te alberga y cuida y en cada átomo de tu ser veo las ganas que te transmito y la alegría que tenemos de vivir la vida.
Feliz cumpleaños y feliz será todas las veces que tenga la suerte de celebrarte Amapola.