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¿Conoces a Hirohito?*

Por Ayelen Rodriguez


Amaneció como cada miércoles cinco y media e hizo sus oraciones. Despertó con la sensación de no haberse dormido, porque su mente seguía pensando en lo que iba a suceder a las once. Su rostro conservaba la quietud que lo caracterizaba, pero por dentro, una batalla campal se estaba desatando en sus pensamientos. Sabía que a partir de esto, todo cambiaría y la paz y la armonía que le traería a su pueblo no serían sin sorpresa, indignación y horror; horror que llegaría al suicidio de algunos de sus súbditos. El deshonor entre los suyos era un sentimiento profundo, capaz de llegar a la locura.

Como cada día, se vistió acorde, se puso sus lentes y se informó sobre el estado de sus siete hijos. Los educaban preceptores expertos en distintas artes; hacía una semana que no los veía. Lo mismo le había pasado a él de niño, a su padre, a su abuelo, y así. Luego, siguió con las reuniones agendadas y mientras apetecía su almuerzo controlando la ansiedad, fue notificado de las bajas del día anterior.

Sabía que se trataba de un día que marcaría un antes y un después en la humanidad, y en un momento dudó. Pero la decisión ya estaba tomada, y tiempo antes, con el apoyo de sus colaboradores más íntimos, había grabado el discurso que lo cambiaría todo, para él, su procedencia y también sus ancestros en el linaje del Trono Crisantemo. El mensaje había sido llevado a la emisora de una forma encubierta pues se sabía de su idea como un rumor lejano y temían que fuese robada la cinta. El hecho de que esa cinta contuviera el discurso del último emperador divino de Japón sería motivo para revisar palacios y templos hasta encontrarla. Sin embargo, a pesar de los asaltos, tales búsquedas fueron en vano.

Finalmente el día llegó, y eligió estar solo. Se sentó en su sillón favorito, que no era el del trono imperial, sino uno modesto donde su madre le contaba historias la única vez a la semana que la veía cuando se formaba en estudio académico, técnico, artístico, deportivo y espiritual para ser la persona importante que era hoy. Se sirvió una taza de té y se quedó quieto, en una quietud que de a poco también se instalaba en su interior más allá de su rostro. Prendió la radio nacional a las once, era el 15 de agosto de 1945 y pudo escuchar su voz grabada decir lo nunca antes ningún japonés había escuchado: "yo, el emperador...".


 

* ¿Conoces a Hirohito? ...Para saber mas de él y leer su discurso, entrá ACÁ.

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