La tormenta
- Muchapalabreria
- 30 jun
- 2 Min. de lectura
Por Ailén Iancini*
Otra noche, donde mamá me manda a acostar temprano, después de un largo día; pero antes debo cepillar mis dientes. Busqué mi pasta dental preferida y los cepillé bien, como ella me enseñó: abajo y arriba. Ya con el pijama puesto, me acuesto y rezo una oración. De pronto veo un rayo, un resplandor por la ventana; escucho el primer estruendo de la noche. Quedé paralizado; luego escuché un trueno, otro y otro más; los relámpagos entran y salen por mi ventana.
Me asusté y me tapé por completo con las frazadas. Las luces iluminan todo el cuarto.
Comienzan a caer los rayos, unos más cerca y otros más lejos. Siento cómo hacen simbrar los vidrios de las ventanas.
¡Malditos truenos! ¿¡Por qué existen!? Si aquí hay gente buena.
Me levanto de la cama para prender la luz, pero se cortó. Escucho un silbido, y de pronto ¡pum!, un estruendo me asusta y salto a la cama; siento que el corazón se me sale cuando algo cae cerca de casa. Todo tiembla por un momento: la tierra, los vidrios, las puertas, las paredes; hasta saltan las alarmas de los autos.
Empiezo a rezar y le pido a Diosito que me safe de esta. La “tormenta” de la que mamá hablaba, creo que nos alcanzó.
De pronto entra mamá corriendo a la habitación; está buscándome asustada.
—¡Estoy bajo la cama, mamá!
—¡Rápido, salí! —me dice apurada. Me cubre con una frazada y, cargándome a upa, sale corriendo del lugar.
Escucho las sirenas de la ciudad; papá lleva a upa a mi hermana. Mamá me cubre la cara para que, cuando salga, el polvo no me ahogue y para que tampoco pueda ver.
De pronto escucho el silbido de vuelta; otra bomba cae. Entre las frazadas escucho los gritos de la gente que va corriendo. Me asomo y al edificio le falta una parte.

Veo juguetes, camas, sillas y cosas por todos lados. Hay gente lastimada y herida. Algunos, no sé bien qué les pasó. Mamá me vuelve a tapar la cara y no para de correr.
—¿A dónde vamos? —le pregunto asustado.
Ella me responde:
—A buscar un refugio lejos de la “tormenta”.
La misma tormenta que escucho todas las noches, hoy nos alcanzó. Mientras vamos corriendo, me doy cuenta de cuánto extraño esas tormentas reales donde me sentaba a mirar por la ventana cómo el agua hacía dibujos en los vidrios y la noche era un show de ruidos y luces. Cómo mirábamos con papá, esperando los rayos que se dibujaban en el cielo.
Hoy los rayos se convirtieron en bombas y corremos de este bombardeo que nos manda un país que no nos quiere. ¿Por qué la gente adulta tiene tanta maldad, y odian mi color de piel o la forma que tengo de rezar?
*De Villa Gesell, encuentra su camino entre letras, inspirándose con el bosque y el mar. Amante de la fotografía, la entrelaza con su escritura, capturando instantes que luego se transforman en palabras. En cada escrito intenta trasmitir la belleza del mundo que la rodea. Integrante de grupos literarios, participé en antologías y ferias virtuales internacionales.
Podés contactar a la autora ACÁ.
Que hermoso y triste cuento, como te transmite a las situaciones actuales de algunas partes. Pensar que hay algunos niños que están pasando por esos momentos horribles por gente que no los conocen y todo por poder, y como los padres buscan formas de cuidarlos tanto fisica como mental.
Mi felicitaciones a la escritora por crear algo tan delicado y tan lindo