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Volver a la fuente no me causa nostalgia

Actualizado: 8 mar 2022

Por Ayelen Rodriguez



Cuando escucho la frase "volver a la fuente" muchas veces me da la sensación de que se esconde cierto deje de nostalgia o melancolía. A veces recordar cosas, lleva a eso.

Pero a mi no me pasó esta vez.

Uno de los primeros cuentos que escribí (que recuerdo) fue cuando tenía 11 años. Tal vez, si de palabras se tratara, creo que ahí esta mi "fuente".

Esta semana, alguien habló sobre cuando escribía siendo niña y yo me acordé de mí, escribiendo ese cuento en el piso de madera de la pieza de mi tía, después de haber almorzado con mis abuelos como lo hacia diariamente durante la semana; durante toda mi escolaridad.

Ese cuento giró por varios lugares, pero se "inmortalizó" en la edición impresa de una revista, luego de haber sido ganador de un concurso.

Hoy volví a la fuente. Lejos de la nostalgia, me agarró sí, una alegría enorme de verme ahí, tan chica y tan grande a la vez, y volverme a leer 20 años después.

Comparto un poco de la Ayelen del 99.



Huellas en el olvido


El otro día llegó uno de ellos. De esos que caminando van recorriendo el mundo. A veces van a países, otras a ciudades y esta vez a mi barrio. Mi barrio es muy chico, solo hay unas siete casas, y después puro terreno. En uno de ellos, mi mamá cultiva Margaritas. Respecto a ese tal caminador de barrios, opino que es extraordinario; pasear por el mundo no es cosa de hoy en día. Me acerqué para ver como se llamaba e invitarlo al terreno de mamá. Se llamaba Manuel y le encantaron las margaritas. Hacia mucho tiempo que Manuel estaba solo (se le notaba en los ojos), sin un amigo o compañero. Él es especial, es diferente a cualquier persona y tiene treinta y seis años de edad. Me enseñó varias cosas, por ejemplo, a cuidar por lo que era mío ya pelear por lo que uno desea. Varias veces utilicé esa enseñanza. Ya llevamos un mes y medio de amistad y aventuras.

Le pregunté (de chusma que soy) donde estaba su familia; se quedó callado. Más tarde le volví a preguntar; y, como le insistí tanto, me contó que no sabía, porque a los doce años se peleó con sus padres y huyó de su casa. Entonces no le pregunté cual fue la pelea y entendí por qué sus ojos estaban tan claros como el agua.

Pensé en ayudarlo pero no sabía cómo. Estuve pensando mucho y me dije: “- ¿qué tal si le consigo un compañero o compañera?”. Fui corriendo a preguntarle si le gustaba la idea. Me dijo que sí. Entonces pensé en quien podría ser esa persona. Me llevó tiempo también organizar mis ideas y escoger una, pero lo logré. Fui corriendo a preguntarle si le gustaría que le regalara un buen camino para que tuviera un viaje asegurado y pudiera viajar sin problemas, pero el me contestó: “- No, yo no quiero un camino, igualmente gracias”. El necesitaba algo mas que eso. No se me ocurría qué ni como conseguirlo. Volví a mi casa y seguí pensado, pero sentía el ambiente denso. Entonces fui hacia los ríos aquellos. Entre las fuertes aguas pensé en una nube; por ahí podría ser una muy buena compañera. Fui corriendo a decirle, pero el me contestó: “- No, yo no quiero un camino, igualmente gracias”.

Y esto sí que me llevó tiempo, casi una semana en el bosque. Pensé en un compañero de carne y hueso; volví al principio, no sabía qué ni cómo conseguirlo. De pronto se me ocurrió: “yo voy a ser esa persona, la que lo acompañe en todo momento y lo cuide”

Fui corriendo a decirle y sin dudarlo dijo que sí. Algún día el viento me traería de vuelta…

Ahora estoy caminando, disfrutando de todo lo que veo, del sol, de aquella nube gris que me acompaña, con algunas ampollas pero contento, dejando huellas en el olvido.

Fin.

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