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Hambre

Actualizado: 27 may 2020

Por Emanuel Macedo*



De sus fauces aún brotaba la sangre caliente. Saboreaba su último bocado, desesperado, quería masticar más tranquilo, le era imposible, no recordaba cuánto hacía que no comía, el hambre lo había cegado. Desde hace un tiempo cada vez más cuesta conseguir algo de comer. “Desde hace un tiempo no, desde que los hombres llegaron, cada vez había más de ellos y menos de nosotros" pensó.

Cazar y comer a ese cachorro de ciervo le había dado culpa y sed. Culpa porque lo había encontrado indefenso, extraviado y muerto de miedo. No dejó pasar la oportunidad. "Era él o yo, peor hubiera sido que cazara a una cierva preñada" intentaba consolarse. Ni mejor ni peor, sabía que al enemigo poco le importaría a quien matar, lo haría y listo. Al fin y al cabo todos terminarían muertos, en su especie a eso le llamaban supervivencia, en la de los humanos no lo sabía. Al no encontrar alguna razón para calmar su culpa, se dirigió a saciar su sed. Solo tenía que cruzar la arbolada y estaría en el lago.

Surco camino entre los árboles tras un largo rato de andar y sentir la tierra entre sus patas, el camino empezó a transformarse en piedra, se puso a pensar en las veces que hizo ese recorrido y cuánto le gustaba caminar por ahí, en realidad lo que en verdad le gustaba era llegar al lago y recorrerlo de forma circular, pero eso ya había pasado hace mucho, antes de que sus hermanos caigan prisioneros, antes que maten a sus padres, antes del hombre. Al llegar a un túmulo que daba fin al camino, donde comenzaba el lago pudo observar a un humano que nadaba solo, estaba de espalda y no podía verlo. Sabía que esta era su oportunidad, la oportunidad de vengar a sus caídos. Aceleró la marcha y empezó a trotar...ya estaba en la orilla. Saltó con sus patas delanteras extendidas y sus garras afiladas, lo tenía. Cuando estaba por rugir todo su dolor, toda su desolación, toda su bronca, escuchó un estruendo. Todo alrededor se enmudeció, las aves volaron de los árboles. Se le nubló la visión, perdió del eje al humano. Sintió un ardor que nunca había sentido, ese fuego entró por su omóplato y salió por su pecho. Cayó al lago, intentó nadar; era inútil, su cuerpo no le respondía.

Cerró los ojos, todo era oscuridad. A lo lejos escucho una voz que se acercaba. Cuando estuvo lo suficientemente cerca se percató que era la voz de su madre que le decía: "Ahora estamos todos".


 

* Ema Macedo, berazateguense, desde el conurbano al mundo, peronista, escribe cosas.

Contactos: emanuelhsp@gmail.com / Instagram: _ema.macedo / Twitter: __emacedo

 

"... en cautividad la población también se ha reducido según los últimos datos publicados por WWF (World Wildlife Fund). Si continúa la caza, el tigre desaparecerá en 15 o 20 años..."


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